jueves, 1 de noviembre de 2018

La Evaluación como proceso formativo



El objetivo principal de la educación es el logro de los aprendizajes, a partir de esa premisa debe entenderse a la evaluación como todo un sistema vinculado a la planeación didáctica (donde se encuentran inmersos los aspectos del programa que se requiere que sean aprendidos, los aprendizajes esperados, los niveles de desempeño, etc), puesto que debe develar si éste objetivo se está alcanzando, a través de dos componentes: comprobar que se aprendieron los contenidos planeados y además exponer las causas por las que se produjeron fallas, para tomar decisiones pedagógicas en favor de la mejora del desempeño de los estudiantes.
Santos Guerra fotografía exactamente la realidad de la evaluación y la presión que ejerce la autoridad para recabar calificaciones en periodos determinados, puesto que este no es el objetivo principal de este proceso, pero se le otorga demasiada importancia; “una calificación no demuestra nada si la evaluación no fue auténtica”, yo le añadiría dinámica y permanente. La evaluación auténtica se fundamenta en el hecho que existe un espectro mucho más amplio de desempeños que el estudiante puede mostrar a diferencia del conocimiento limitado que se puede evidenciar mediante un examen. Este espectro más amplio debería incluir situaciones de aprendizaje de su propio contexto y problemas significativos de naturaleza compleja, que no se solucionan con respuestas sencillas seleccionadas de una batería de preguntas. Aquí nos encontramos con la disyuntiva: sobre que contenidos evaluar, los conceptuales que se refieren a “el saber”, relativo a hechos, conceptos y principios; los procedimentales que se refieren al “saber hacer” o a los actitudinales relacionados a los valores, las normas y actitudes; Monereo (2011) en su tipología de saberes da cuenta con toda razón, la importancia en los centros escolares, de los saberes conceptuales en los distintos campos disciplinares, por la facilidad de su evaluación, pero estos no son los únicos, también los procedimentales tienen sus fallas puesto que en las escuelas solo se les da importancia a los 2 primeros aspectos: al conocimiento factual de los procedimientos y al inicio del procedimiento, descuidando aspectos relevantes como la automatización y el perfeccionamiento, que se desarrollan en mucho mayor tiempo, pero que dan cuenta del dominio experto del saber hacer. Luego entonces siendo nuestra evaluación de un enfoque basado en competencias tenemos que evaluar los tres tipos, puesto que son los que tiene que movilizar el estudiante para demostrar sus capacidades; para tal consideración según Perrenoud (2007), se requieren tomar 3 medidas: limitar la cantidad de conocimientos, diseña actividades basadas en situaciones problemáticas y la integración de la evaluación al proceso de enseñanza aprendizaje como un todo.
Las propuestas actuales de evaluación abogan, por una evaluación que incluya, además del conocimiento, más información sobre su desarrollo educativo que permita a los docentes, entender el proceso de aprendizaje y monitorear el progreso, con el fin de establecer una cultura de evaluación en el aula (Airasian, 2000). Por lo que para verificar que la evaluación sea genuina se dispone de tres funciones de este proceso y que se pueden realizar en diferentes momentos: la evaluación diagnóstica que cumple con la función de proporcionar información sobre los saberes y habilidades previos de los estudiantes, la cual es realizada al inicio del proceso de enseñanza aprendizaje (bloque, tema, actividad, etc.); este tipo de evaluación permite hacer las adaptaciones curriculares con base en las características y requerimientos de los estudiantes, para proponer actividades de apoyo o realizar las modificaciones pertinentes en cuanto a estrategias de enseñanza, que den solución a los problemas detectados. La evaluación formativa que se encamina a recolectar información a lo largo del tiempo y permite la detección de logros, dificultades y la retroalimentación al estudiante, así como proporcionar al docente la información necesaria para realizar las adecuaciones en sus estrategias de enseñanza. Esta evaluación se realiza durante todo el desarrollo del proceso de enseñanza aprendizaje. Finalmente la evaluación sumativa tiene el propósito de verificar el grado de logro de aprendizaje de los estudiantes, a través de la obtención de productos terminados; este tipo de evaluación se realiza al final del proceso de enseñanza aprendizaje.
Así mismo dentro de la evaluación formativa se presenta la oportunidad de que este proceso no sea sólo responsabilidad del docente (heteroevaluación), también de otros agentes que pueden intervenir para valorar su propio desempeño (autoevaluación), así como también emitir juicios de valor del desempeño de otros compañeros (coevaluación); éste tipo de ejercicio permite a los estudiante tener una visión global de su proceso de aprendizaje basado en criterios establecidos desde un inicio, verificar sus avances e identificar aquellos puntos en donde es necesario mejorar; debiéndose lograr en un ambiente de respeto mutuo dentro del aula. Algunos de los instrumentos con los que pueden realizar estos tipos de evaluación son: las listas de control y las escalas de valoración. La Autoevaluación y la Coevaluación se realizan al final de un trabajo realizado, la Heteroevaluación puede realizarse además, durante el proceso de enseñanza aprendizaje.
Se debe tener claro el propósito de la evaluación, que si bien al final se debe otorgar una calificación, porque así lo exigen las autoridades educativas, éste proceso no es para castigar o etiquetar a los estudiantes, sino para darles una oportunidad para mejorar. Por lo tanto cambiar el paradigma en cuanto al proceso de evaluación, resulta indispensable si queremos que nuestros estudiantes se sientan motivados a aprender y logren las metas que queremos que alcancen. Recordemos que nuestra materia prima son seres humanos con sentimientos y emociones, con cualidades que los hace valiosos y que si bien pueden cometer errores y encuentren obstáculos, está en nosotros la posibilidad de lograr que los superen.

BIBLIOGRAFÍA

Ahumada A., Pedro (2005) La Evaluación Auténtica: Un Sistema para la obtención de evidencias y vivencias de los aprendizajes Perspectiva Educacional, Formación de Profesores, núm. 45, pp. 11-24 Pontificia Universidad Católica de Valparaíso Viña del Mar, Chile.
Airasian, Peter (2002) La Evaluación en el salón de clases. Biblioteca para la Actualización del Maestro. Mc Graw-Hill Interamericana Editores S. A. de C.V. pp. 141.
Castillo A., Santiago (2002) Compromisos de la Evaluación Educativa. España. Ed. Pearson Educación. Pp 424.
Celman, Susana. (2003) ¿Es posible mejorar la evaluación y transformarla en herramienta de conocimiento? En Alicia C; Susana, C; Edith L; y María P. La evaluación de los aprendizajes en el debate didáctico contemporáneo. Paidós. pp. 35-66

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